Generación JordiLauriana
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 Bajo control [Trilogía de Bartimeo] [One-shoot]

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Ayuru
Caminando hacia mis sueños
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Bajo control [Trilogía de Bartimeo] [One-shoot] Empty
MensajeTema: Bajo control [Trilogía de Bartimeo] [One-shoot]   Bajo control [Trilogía de Bartimeo] [One-shoot] Icon_minitimeSáb Jun 28, 2008 10:47 pm

'Nas o.ó
Bueno, antes que nada, yo no soy muy de colgar historias y tal... *avariciosa que se lo guarda to pa ella*, pero bueno... al final me he animado.
Es un fanfic yaoi, es decir, relaciones chicoxchico. Si no te gusta, no lo leas xD la pareja es BartimeoxNathaniel. Lo escribí porque no encontraba nada de ellos en español >.< quizás alguien lo haya leído ya, porque lo colgué en mi deviantArt. O quizás no lo haya leído nadie, que también puede ser xDD
Y espero que no se note mucho que lo dejé a medias y lo retomé al cabo de un tiempo o_O igual la narración está un poco rara por eso, pero en general el fic me gusta bastante xD

Y de antemano, gracias por leer! ^^ el fic es un poco largo, así que he tenido que cortarlo y solo he puesto la mitad porque no cabe todo T.TU si a alguien le gusta, pondré el resto :3

Editado: al ser un fic one-shoot, es decir, de un sólo capítulo, no abro un nuevo tema para los comentarios. Por ahorrar espacio, se agradece que los comentarios se publiquen en el mismo tema ^^ (eso sí, se agradecería también que hubieran comentarios ._.UU xDD)


The world was on fire, no-one could save me but you
It's strange what desire will make foolish people do
I'd never dreamed that I'd need somebody like you
And I'd never dreamed that I'd need somebody like you


CHRIS ISAAC, “Wicked Game”



Siempre conseguía sorprenderle la agilidad de sus movimientos. Calculados, precisos, tensos. Bartimeo era puro nervio, tan controlado y tan perfecto que estremecía. Era fascinante la agilidad de sus movimientos, la fiereza de su mirada.

Para alguien como él, tan frío, tan soberbio, contemplar ese desenfadado descaro era hasta insultante. Pero no había otro genio como Bartimeo, no había ninguno que cumpliese sus expectativas tanto como él.

Así que, entre resignado y divertido, Nathaniel siguió contemplándolo desde la ventana de su cuarto, sumido en sus propios pensamientos, la cabeza inclinada hacia delante, no demasiado, pero lo suficiente para mostrar un receloso interés. Los ojos siguiendo cada uno de los movimientos del genio, disimulando de vez en cuando su mirada en la lectura imposible que sostenían sus manos.

Bartimeo se había transformado en un gato. Saltaba entre las ramas de un árbol, pero en un momento dado perdió pie y cayó. Se transformó al instante en una mosca, que inició un zumbante vuelo entre las hojas hasta llegar a la copa. Allí tomó la forma de un pájaro de color azabache brillante, que emprendió el vuelo hasta la ventana con una elegancia innata. Ya sobre el alféizar, el genio decidió adoptar su forma preferida. Y, aunque Nathaniel no quisiera admitirlo, era también su favorita.

Ptolomeo...

Bartimeo le había hablado de él con reticencia, como guardándose para sí los detalles. Nathaniel había deducido, por su tono de voz, que aquél Ptolomeo se había ganado la más sincera confianza del genio.

Y eso no terminaba de agradarle.

Cada vez que Bartimeo hablaba del muchacho egipcio, sus ojos, normalmente irónicos y cínicos, mostraban un trasfondo de ternura tan insólito como cautivador. Pero esa mirada soñadora sólo duraba un instante, el mismo en el que se desencajaba algo dentro de Nathaniel y le hacía sentir una extraña furia, un sentimiento que no sabía nombrar.

-¿Qué tal ha ido, amo? ¿Alguna pista que pueda llevarnos hasta el malvado y oscuro hechicero que amenaza al gobierno?- Bartimeo puso los ojos en banco teatralmente, e hizo una mueca grotesca que afeaba el rostro de Ptolomeo. Realmente, al genio no le importaba que el gobierno estuviera en peligro, ni que la misma señora Whitwell estuviera amenazada de muerte por un loco, poderoso y desconocido hechicero. Se habían movilizado hordas de hechiceros y genios para encontrarle, pues había mostrado su poder en público arrasando un barrio entero con sus poderosas invocaciones. Pero eso a Bartimeo le traía sin cuidado. Realmente, lo que más le divertía era contemplar las tremendamente divertidas expresiones de fastidio que adoptaba Nathaniel cuando le superaba la frustración de no dar con el enemigo.

-No, todavía... todavía no- suspiró Nathaniel, y cerró el libro que estaba consultando, al tiempo que se reclinaba atrás sobre su asiento-. La información era una falsa pista.

-Típico.

El chico egipcio se puso en pie, y avanzó hasta la cama de su amo con movimientos sinuosos y elegantes, como un felino. Él no parecía darse cuenta de su innegable atractivo y de lo adictivo que suponía observar detalladamente cada uno de sus movimientos. Se tumbó en la cama, mirando el techo aburrido, y comenzó a examinarse las uñas con el ceño fruncido.

El afecto de Bartimeo por el chico egipcio llegaba al punto de adoptar su apariencia como favorita, pensó con recelo Nathaniel, y de nuevo sintió el nudo en su estómago.

-Amo- llamó de pronto Bartimeo-. ¿Siempre eres así de serio o solo cuando estoy yo delante?

Nathaniel rodó los ojos.

-No empieces.

-En mi humilde opinión, deberías quitar esa cara de palo que llevas siempre puesta.

-¿A qué viene eso?

Bartimeo se incorporó, quedando sentado en la cama.

-Estaba pensando.

Nathaniel contuvo un amago de sonrisa.

-No me hagas reír.

-Hm...- y Bartimeo volvió a echarse sobre el colchón, cruzando despreocupadamente una pierna encima de la otra. No le apetecía contestar con ironías. Hoy no.

Se formó un pequeño silencio en el cuarto. No eran frecuentes los momentos de tranquilidad que compartían, pero aún así no eran en absoluto desagradables. De todas maneras, no solían durar demasiado, pues el genio parecía tener una insaciable necesidad de hablar.

-Bartimeo- esta vez, sin embargo, fue Nathaniel quien deshizo el silencio-. Dímelo sinceramente. Tú... ¿me aprecias?

Malditos impulsos, se dijo Nathaniel. ¿A qué venía eso? Se mordió el labio, pero no podía hacer que las palabras regresaran a su boca. Bartimeo tardó en responder. Dejó que su cabeza cayera hacia atrás, quedando literalmente colgando del borde del colchón. El cabello de Ptolomeo, recogido en una coleta, se esparcía como una cascada sobre la moqueta a los pies de la cama.

-Amo, mi aprecio por vos supera los límites de lo permitido- una sonrisa socarrona se formó en el rostro del genio, delatando su aire burlón.

-No me tomes el pelo- susurró Nathaniel con voz ronca.

-No lo hago- la sonrisa del chico egipcio se ensanchó enormemente. Se le notaba la mentira.

-¿Apreciabas a ese... Ptolomeo?

Bartimeo se tomó su tiempo para meditar la respuesta, balanceando los pies. Finalmente, clavó su mirada oscura en los ojos de Nathaniel.

-Sí.

Y estaba serio. Tan serio que Nathaniel se sintió furioso, terriblemente furioso, al llegar esa afirmación sus oídos.

Volteó el rostro, brusco, hacia la ventana.

-Me alegro- pero era mentira. El genio no hacía más que tomarle el pelo, pero cuando hablaba de Ptolomeo siempre se ponía serio. A Ptolomeo sí le apreció.

A Nathaniel, no.

No quería reconocerlo, pero ese sentimiento tenía nombre.

Celos.

“Venga ya” se dijo Nathaniel “¿Cómo voy a tener celos de alguien que lleva muerto más de dos mil años?”

Entonces, ¿qué era ese nudo en el estómago cada vez que Bartimeo hablaba de él? Nathaniel se mordió el labio con rabia, hasta casi hacerse daño.

Quería... quería...

Suspiró, comprendiendo.

Quería que Bartimeo le mirase sólo a él, que las reacciones que provocase no fueran un gruñido o una mirada burlona, un comentario despectivo o una ironía arrastrada por esa actitud de vuelta de todo que Bartimeo utilizaba en todas las facetas de su existencia...

...excepto en lo referente a Ptolomeo.

Porque Nathaniel lo sabía y no quería admitirlo; que en lo más hondo deseaba no formar parte de todo aquel mundo aburrido y monótono que rodeaba... que asfixiaba al genio. No formar parte de todo aquello que él (su genio, pensó un instante, era su genio) miraba con escepticismo, con aburrimiento. No quería que le mirase con indiferencia. Quería que sus ojos se iluminaran al escucharle, como brillaban cada vez que el nombre de Ptolomeo flotaba en el aire.

Por eso frunció el ceño con fuerza, con algo de rabia mal contenida, por eso y porque se recordó que él era frío, que debía estar por encima... y porque se dijo que sabía que Bartimeo le concedería todos sus deseos menos ese.

En ese momento, el genio pareció advertir su aura de enfado, y se incorporó sobre la cama para observarle, alerta.

-¿Ocurre algo?- su voz denotaba un intento de burla mezclado con un tinte de preocupación. Porque nunca fallaba: si Nathaniel se enfadaba... mala cosa. Si se enfadaba de verdad. Una cosa eran los piques diarios y otra, el enfado en serio. Y Bartimeo sabía bien que cuando su tozudo amo se empecinaba en una cosa o se molestaba por alguna tontería, ya podía remover cielo y tierra que poco iba a conseguir para que se serenara.

Nathaniel negó con la cabeza. Eso significaba inequívocamente que le ocurría algo. De manera que el genio suspiró, hastiado, y dejó la cama para acercarse a él.
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