Comentarios AquíComo tantos otros días, María, al llegar a su casa, cierra la puerta casi sin ruido. Entonces se dirige hacia la sala donde está el ordenador donde su padre está, como casi siempre que no está en el trabajo, enfrascado en un juego de Buscaminas.
-Buenos días, papá.
-Buenos días.
Después, se encamina hacia el salón. Como siempre, la televisión está encendida, y su madre está mirando uno de los veinte mil programas del corazón que componen la programación de hoy en día. Se acerca a ella lo suficiente como para que le pueda dar un beso.
-Buenos días, mamá.
-Buenos días.
Hoy ni siquiera le ha preguntado qué tal el colegio. Otros días sí lo hace... Como ella no se rinde, se sienta en otro de los sillones y empieza a contarle. Cómo uno de sus compañeros de clase ha tirado bolitas de papel al encerado mientras el profesor no miraba, cómo otra profesora ha llegado tarde y, como era la última hora, ya la mitad de la clase se había ido a su casa... Sin embargo, omite decirle que ya les han dado las notas del examen de biología. Eso se lo dirá a su padre, más tarde, puesto que sólo ha sacado un notable y su madre siempre opinará que podría haberlo hecho mejor. Que no estudia, o que pierde demasiado el tiempo.
Tras un rato de hablar, sin haber obtenido como respuesta más que monosílabos, se va a su cuarto. Coge uno de los muchos libros que tiene bajo su cama y comienza a leer. Pasado un rato, no sabe cuánto, ya que no acostumbra a usar reloj, oye hablar a su madre con su padre:
-Ya se ha metido en su cuarto de nuevo...
-Siempre está igual, es que no hace nada de vida social.
-Y nunca habla con nosotros, sólo habla de sus cosas: que si el colegio, que si sus amigos...
María parpadea y alcanza su mp3. Elige algo de música extranjera, italiana esta vez, para no tener que pensar, y sujeta firmemente los auriculares a sus orejas. No quiere seguir oyendo... además, es una conversación bastante manida ya como para no saber lo que viene después.
Y, efectivamente, al rato se abre la puerta de su cuerto y la figura de su madre se perfila en el umbral:
-Ya has estado demasiado tiempo ahí. Sal y estáte un rato con todos.
La joven suspira, toma el mando del aire acondicionado para apagarlo y sigue a su madre, dejando el mp3 en su cuarto pero con el libro aún en la mano. Sus dos padres están sentados en el salón: su madre con el periódico y la televisión a la vez, su madre con un libro. Progresivamente, ambos se quedan dormidos. Es el momento para que María se levante y se vaya al ordenador, su madre entreabre un ojo, pero esta vez no dice nada, por fortuna.
Mientras se carga la pantalla del Windows, piensa en cómo están las cosas en su casa. Su padre estuvo yendo durante un tiempo a un psiquiatra, al mismo al que va ella ahora, pero luego lo dejó. Su madre se niega en redondo. Ella está en tratamiento con pastillas, y también con terapia... pero cada vez siente que le sirve de menos, que se entiende peor con su terapeuta.
El Windows termina de cargarse y se abre el messenger. Uno de sus amigos, al que sólo ha visto en persona una vez en su vida, le abre conversación.
<<Hola, ¿cómo estás?>>
<<Ayer no pude dormir. Es como si nada de lo que hiciera sirviera para nada. No puedo soportarlo...>>
<<Bueno, tú no te preocupes. Y, si no puedes dormir, me llamas, ¿eh? Nada de preocuparte por la hora>>
Y María sonríe. Sonríe porque, detrás de la vilipendiada "pantalla del ordenador" ha encontrado a gente que la comprenda, o que la apoye. Aunque sea con un simple saludo y una oferta que, bien lo sabe, nunca va a usar.